Yo tenía tres años de edad
mi padre me cargó en el hospital de Tacna
“despídete de tu madre” me dijo.
Blanca era la colcha entre olores de medicamentos,
la cama estuvo elevada en su cabecera.
Vi que los ojos de mi santa madre
vidriáronse antes de abrazarme y de besarme
“hijito, esta puede ser la última vez que te vea.
Que Dios te bendiga”.
Ante sus temblorosas palabras,
un estremecimiento instintivo
con hondos misterios de vida y de muerte
sacudió todo mi ser y no la vi más.
Hace poco tiempo supe que la operaron
y que murió porque los médicos habían dejado
unas tijeras en su vientre.
No puedo olvidar esa sopa de sémola
donde flotaban cuadraditos de pan tostado,
que mi madre linda, con amor inigualable
me daba esa tarde,
en mi boca cuchara tras cuchara…
Mi vida ha sido una vida de sombra sin el sol de su cariño,
sólo el poeta tacneño Luis Alberto Calderón
va de vez en cuando a desempolvar su tumba
y a posar bellas flores en mi nombre.
Raúl Gálvez Cuéllar
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