domingo, 9 de marzo de 2008

COLOFÒN (Por Raùl Gàlvez Cuèllar)

Vengo de leer un par de libros de poesía de Renàn Vargas Calderón, destacado poeta y novelista. El primer libro tripartito es Huellas (1999), y el segundo Cantos desde el Alma (2003). En conjunto se trata de una poesía candorosa y permanentemente evocadora de su infancia, poesía sincera, vivida y sin alardes, en que el poeta desnuda su alma frente al mundo ante el cual muestra su asombro primero, y posteriormente su carácter de guerrero para vencer las dificultades del destino. Y lo logra.

He tenido la suerte de escuchar a Renàn, leyéndose él mismo, y poniendo énfasis en su combate contra la muerte, elevar su canto de vida: es un consuetudinario enamorado de sus días, y así calza exactamente el título de ¡Vive la Vida!:
Muerte/ ¿ porqué cortas los días a los que viven?/ Muerte:/ no te das cuenta que tú no vives?/ Deja que los vivos vivan la vida/ que ya tú estás muerta"
Ha dicho Jean-Paul Sartre que el pasado persigue al hombre, como una sombra. Yo diría que el ayer para Renàn Vargas no es una sombra, sino el mismo niño de carne y hueso que lo habita en la vigilia y en su sueño, y que le hace decir "es muy triste la vida/ pero me encanta vivir" (Huellas, pag. 29, Noche de ensueños).

El poeta cuando ancla por la metrópoli, oye nítidamente el canto de su ajiseco: ve literalmente a sus ovejas, a los pollitos, en los paisajes virgilianos de su hermosa Tierra: entonces llega su madre con las vacas, y más allá divisa a su padre que se acerca cabalgando...

Pero hay que dejar establecido que la poesía de R.V.C. al memorar a sus padres, no es elegíaca al estilo de un Jorge Manrique, sino que por el contrario es optimista y prospectiva puesto que se afirma en el sano ejemplo de sus ascendientes con quienes amanece cada mañana en su residencia de Cieneguilla: "Me levanto/ temprano/ para ver el sol/ de cada día/ sentir la brisa/ palpar el rocío/ y escuchar el trinar/ de las aves" (Cantos desde el Alma, pag. 61).

Hace apenas unos días hemos caminado muy de mañana con el poeta, y cruzando el puente hemos visto el idéntico escenario: "Hasta buenas horas/ de la mañana/ el elevado cerro/ cerca de donde habito/ parece un nevado/ desprendiéndose en neblinas..."

El autor de varios libros de poemas y de Confesiones de un Hijo del Sol, había ido a despertarme esa mañana, cargado de alegría y de añoranzas como la fruta de sus abuelos en la escuela, como su alforja nueva, o como la repartición de su fiambre con sus compañeros de aula.

Nosotros podemos advertir que el bardo de Nina bamba es consciente de su trascendencia. Se considera "una sustancia que el mundo transporta al futuro"..."un suspiro cogido del universo cuando Dios hizo la tierra".
Y no se equivoca, porque todos esperamos que siga multiplicando con su poesía "el pan, el vino y la dicha".

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