jueves, 8 de julio de 2010

MI AMIGO EL ESCRITOR GÁLVEZ CUÉLLAR HA SIDO AMPARADO EN DESAMPARADOS

Por: Santiago Risso (7/7/2010)

Raúl Gálvez Cuéllar lleva en sus siglas el Regimiento de la Guardia Civil, vive en Manzanilla y cada cierto tiempo se desintoxica con el sol de Santa Eulalia, en su finca, pasando Chosica, o sino en Cieneguilla, donde Renán. Es protagonista de una serie de peripecias y mil oficios y profesiones: Conductor de un Lada blanco con volcadura incluida, plenipotenciario de la Federación Mundial de Correos, tremendo juez de la Nación, ex presidente de la Asociación de Telegrafistas Peruanos, conferencista de pico y espuela, crítico literario amical, profesor de idiomas diversos incluyendo el esperanto, el francés, el inglés y el limamanto. Nacido en Tacna, publicado a cada rato en Cometa de Papel, y de muy chiquito residente en el Rímac, abajo el puente. Además RGC es abogado de mil y un querellas, gurú intergaláctico de fama internacional, alzado en hombros en Puerto Rico, actor de gánster en el Bronx, viajador profesional por Europa, América y la Cochinchina, campeón de tiro al sapo peruano, billarista de lujo a cinco bandas, buen esposo con la Luz de sus ojos lentudos. Usa gabán a lo detective, barba panterarrosa, mirada de perfil, caricatura de Mario Moreno, imitación de Günter Grass o Umberto Eco, autor de aforismos, cuentos tragicómicos inaugurales de la cultura limeña provinciana. Positivo cien por ciento, sacalustre a los amigos, ocupado y apurado mil por ciento. De buen diente, de pasional lectura, profesor escolar, vendedor profesional de Antologías amorosas (¡solo verdes!), representante de MeloPoeFant alemán en el país, acompañante y escudero de Quevedo en rutas equidistantes, extraordinario amigo, que mantiene la esperanza en Desamparados, aquella antigua estación de tren, hoy convertida en la Casa de la Literatura Peruana, qué mejor lugar para acoger a los escritores, tan desamparados, tan solos, incomprendidos en el trafalgar de la ciudad, que nunca abre sus puertas a los magos bardos quijotes del papel, que les toca en la zoociedad, pero que al final logran la marginalidad creativa de la libertad. Ha publicado, y no deja de publicar nunca por nunca: Veinte cuentos, Santo Domingo y veinte cuentos más, Cincuenta años, Cojudeces, Pensamientos y poesías, Aleteos, Cuentos para sonreír, De mi sombrero, Arte regresivo, Aforismos, etc. Y de vez en cuando en el diario El Callao “una tira cómica” exhibe como marquesina sus agudos pensamientos para esta vida y la otra. El homenaje a mi amigo Raúl es por su obra, constante y sonante, sus cuentos son su fortaleza de espíritu, vivencias increíblemente cómico-cotidianas que le puede pasar a cualquier mortal, donde la vida misma es la mejor novela de ficción, sus cuentos son verdaderamente una delicia, para el mejor plan lector, amado por los escolares, acaba de publicar un segundo volumen (ojo, no segunda edición) de Cuentos para sonreír, con 15 relatos nuevos, y otros libros más; y la Sala del Autor de la Casa de la Literatura le rinde justicia a su labor pasional, congratulándolo además en el Boulevard de los Autores, vendiendo libros como pan caliente, para luego comprar choritos a la chalaca e invitar a los amigos en el Cordano, con una chela al polo, Pilsen, por supuesto. Aquí va nuestro abrazo a Gálvez, quien siempre y nunca espera, porque un aforismo suyo, en el bolsillo de mi saco escapa: “El hombre libre nada espera porque todo lo tiene”. ¡Viva tu libertad creativa y tus lentes ahumados de humanidad Sr. RGC!